30 ago 2006

Dulce adiós

Eran más de las 11.
Me enviaste un mensaje.
La noche era perfecta.
Intente que así siguiera.
Pero insististe en arruinarlo.
Tenias que llamar.
Trate de escapar
Diciendo que no tenía crédito
-A ti no te importó-

Llamaste a casa
-inoportunamente-
Salude con ironía,
Pero no entiendes de sarcasmos.

La noche se fue rompiendo
Mientras ladrabas
(eres aburrido, insoportable)
“No se por qué te llamo,
Tu vida es patética”.

No pude morderme la lengua.
Sacas lo peor de mí,
Esa tu costumbre.

Colgué para callar a la bestia
Y me pregunto
¿Por qué si soy tan patético
Me quieres?

23 ago 2006

El viejo árbol

Guiada por el viejo sauce llorón, ubicado en la esquina de Cactáceas y Tabacales, Paulina descendió del camión a las nueve de la noche. Tomó camino por Cactáceas para avanzar media cuadra. Su andar era lento y un poco torpe. No podía ver nada con la espesura de la niebla, y el menguante de luna, era insuficiente para la visión. La calle estaba solitaria. En cada paso que Paulina daba, se podía notar el temblor de sus piernas gruesas y torneadas, marcadas bajo ese pantalón de mezclilla deslavada. El frío la estremecía, o quizás era pasar frente al panteón, ubicado en la misma calle de su casa. De pronto, una figura blanca pasó volando delante de ella. Ahogó el grito de terror, y guardando la calma, siguió a aquel objeto con la mirada, el cual, casi pierde de vista entre la cortina de nubes, y haciendo un esfuerzo, frunció los ojos, para descubrir que sólo se trataba de un pequeño búho de campanario. Se llevó las manos al pecho. Jaló aire. Corrió hacia el portón negro de su casa. Abrió la puerta. Un pequeño chillido se escucho. La puerta de madera ya está vieja. Algunos perros en el panteón aullaron. Y de un súbito golpe, se cerró el portón.
Cuando entró a su hogar, lo primero que hizo, fue prender las luces del comedor y la sala. También encendió las lámparas del medio baño que está muy cerca de la entrada. Frente a esté, se encuentra el armario. Abrió las puertas Se quitó el abrigo negro y lo colgó. Después avanzó tres pasos para virar hacia su izquierda. Empujó una puerta y a tientas alcanzó el apagador de la cocina. Cuando el cuarto se ilumino, se percató que en el comedor había una nota de sus padres Fuimos a cenar a casa de tus tíos, no sabemos a qué hora regresamos. Besos. Volvió a dejar el escrito sobre la mesa. Abrió el refrigerador. Sacó algunos ingredientes para hacerse un par de quesadillas. Mientras se gratinaba el queso, fue a buscar a la alacena una salsa y unas servilletas. Se sirvió la cena. Apagó el televisor. Salió hacia las escaleras. Apagó las luces de la planta baja y subió para ir a cenar a su recamara.
Trataba de hacerse fuerte y olvidar el miedo que la invadía cuando llegó a casa, por lo que cerró las cortinas y apagó las luces de su recamara. Antes de acostarse, se sentó en el borde de la cama, y apoyando su tobillo derecho sobre la rodilla izquierda. Tomó el tenis con sus pequeñas manos, y jalándolo con todas sus fuerzas, logro zafarlo de su pie, acto seguido retiró el calcetín. Con sus manos, estuvo masajeando sus suaves pies durante algunos segundos, para después repetir la misma operación con el pie contrario. Se levantó lentamente para quitar el broche de su pantalón, el cual dejo caer por sus piernas hasta los pies. Caminó hacia una cajonera, mientras lo hacía, se fue desabotonando una blusa blanca, la retiro de su esbelto torso y la aventó sobre la cama. De un cajón sacó una pijama de lana, se puso el pantalón y luego la blusa, para después quitarse el sujetador. Y llevando sus manos a la altura del cuello, metió sus manos por debajo del cabello, y levantando los brazos liberó su larga y castaña cabellera. Se acostó en su cama, y prendió el televisor. En las noticias decían que un hombre con esquizofrenia había escapado del Hospital Psiquiátrico “San Benito”, el cual quedaba del otro extremo del panteón donde ella vive. De repente, un rayo cayó iluminando toda la habitación, dejando ver la silueta de un hombre de pelos alborotados y mal fajado. Al mismo tiempo que esto ocurría, la luz se fue. Segundos después, el cielo volvió a tronar, el cuarto nuevamente se llenó de luz. La silueta ya no estaba en la puerta, ahora estaba a un par de metros de Paulina. Ella gritaba. La sombra se le iba acercando lentamente. Algunos sonidos y palabras mal articuladas salían de la boca de aquel individuo. El bulto levantó los brazos cual largos eran, y con un gemido dijo “T-e e-s-t-a-b-a e-s-p-e-r-a-n-d-o”. La cara de Paulina se veía descompuesta. Sus ojos opacos y llenos de terror no querían. Cuando de repente, la luz llegó. Su cara descompuesta cambió a una cara de asombro, y casi al borde de un ataque grito “PINCHE RICARDO ¡ya ni la chingas…! pensé que te habías ido con mis papás”. El bulto sin entender dio media vuelta y se retiro a sus aposentos.
El aire se colaba por las ventanas como un lamento, y el canto del búho se escuchaba eventualmente. La furia de la tormenta, se asemejaba a la profecía apocalíptica. Paulina terminó de cenar. Se cubrió con sus sábanas, como cuando los niños se esconden. Y en pose fetal, siguió mirando el televisor.
El viejo árbol de pirul, prolongaba sus ramas en sombras, sombras que querían alcanzar a Paulina para llevarla hacia sus entrañas. El fuerte viento hizo azotar una rama deshojada en la ventana, logrando que esta se abriera de par en par. El impacto sonoro, logro arrebatar un grito agudo de su garganta. Se levanto rápidamente para impedir que el agua mojara la alfombra color granada. Cuando corrió hacia el ventanal, pasó frente a una luna que tiene sobre la cajonera y evitó mirar en ella. Le aterraba la idea de ver la imagen de alguien que no fuera ella, o ver su otro yo; un ser despiadado, de sonrisa maquiavélica, o ser atrapada por alguna criatura extraña para ser llevada hacia las entrañas de un mundo paralelo. Aprovecho en echar un vistazo a los alrededores, las casas aledañas, con techos de dos aguas. Pero los Sauces, los Pirules, y algunas Jacarandas, se movían violentamente de un lado a otro, como si la garra del viento quisiera cosecharlos en un abrir y cerrar los ojos. La espesa niebla y la tormenta le impedían ver más allá de su viejo portón.
La lluvia cesó pero con ella llego un gran silencio en todo el vecindario. Algunas jaurías de perros que a lo lejos se escuchaban, y eventuales relámpagos, rompían aquella calma y los nervios de cual quiera que los escuchara. Pues dicen que esos aullidos lamentosos son el anuncio de la muerte. Paulina decidió olvidarse de tantos dichos de pueblo, y evadir su miedo. Para lograrlo, abandonó su cuerpo a un sueño profundo. Y cuando estaba por conciliarlo… El cuarto se ilumino por un rayo que cayó muy cerca de su casa, e instantes después se escuchó que algo se desplomaba, y acompañado del ruido, la luz se volvió a ir. Paulina creyó el apagón sólo era en su casa, ya que afuera se veía iluminado. Salió de su recamara y fue a despertar a Ricardo.
-Ric, Ri-car-do, Ricardo, RICARDO.
-Mmm, qué diablos quieres.
-Ricardo, los fusibles se quemaron. Por favor cámbialos, ¿si? Necesito terminar una tarea en la compu. Eso lo agregó la para que Ricardo le hiciera el favor.
-Está bien, con tal de que me dejes seguir durmiendo.
Pero antes de bajar a cambiar los fusibles, Ricardo se cercioró de que el apagón no fuera general. Y desde la ventana de su cuarto se asomó, notando que nadie tenía luz.
-Paulina, nadie tiene luz, mejor vete a dormir, porque no hay más que esperar. ¡Ah!, y déjame dormir, o le digo a mis papás que llegaste después de las diez, hay tú sabes…
-Pe, pero, ¡ash!
A Paulina no le quedo más remedio que irse a dormir. Se acostó y justo en ese instante, se escuchó que encendían una cierra eléctrica. El ruido provenía de fuera, se escuchaba muy cerca. Contra la pared se veían sombras que iban y venían sin cesar. Parecía como si varios hombres lucharan entre si. En las sombras se veía claramente como el hombre de la cierra, la dejaba caer sobre la extremidad de alguien. Paulina se cubría totalmente con sus sábanas, dejando un pequeño hueco para poder ver las sombras en el muro. Pensó en ir a despertar a su hermano para que llamara a las patrullas, pero recordó que si lo volvía a molestar, tendría problemas con sus padres. En eso, Paulina escuchó como claramente alguien abría el viejo portón. Y un rechinido prolongado y ahogado se escucho antes de que éste se azotara al momento de cerrarse. Ella temblaba y sudaba frío. De repente se escuchó claramente como abrieron y cerraron, con mucha delicadeza, como si no quisieran hacer ruido, la puerta de la casa. Algunos pasos que iban de un lado a otro se oían subir las escaleras. El miedo paralizo a Pau. Sabía que debería cerrar la puerta, pero era presa del pánico. De pronto vio a un hombre parado en la puerta de su cuarto que la miraba fijamente, sin perderse ningún detalle de cómo dormía. El hombre se fue acercando lentamente hacia ella, provocándole que cerrara los ojos. El hombre posó su mano grande y áspera en la mejilla de ella, lo que produjo el llanto inmediato de Paulina. El hombre sin saber que hacer, la abrazó fuertemente y le dijo: “Todo esta bien mi amor, soy tu papá y mamá esta abajo. Tranquila, fue una pesadilla”. Paulina abrió los ojos, como si en verdad estuviera despertando de un mal sueño.
A la mañana siguiente, los bomberos llegaron a Cactáceas. La bruma se había ido. El sol despuntaba en lontananza del panteón. Paulina se levanto con los primeros cantos de las aves. Corrió las cortinas y se sorprendió al ver que el viejo Pirul ya no estaba. Entonces bajó la vista y observó como los bomberos ponían los enormes pedazos del viejo árbol en el camión. Ricardo tocó la puerta de Pau, y entró a la recamara antes de que ella contestara “adelante”, y le pregunta.
-Que diablos pasa allá fuera. Paulina se lleva la mano al rostro y frunce el seño, como si no lo pudiera creer.
-No sé.
Ricardo sorprendido.
-El viejo Pirul se cayó, ahora sabemos por qué se fue la luz en la madrugada.
El hermano salió sin decir más. Paulina camino hacia el espejo. Y mientras se miraba pensaba en cómo su mente pudo imaginar tantas cosas que no eran.

17 ago 2006

EXAMEN DE MEDIA NOCHE

El teatro es una de las artes que: enmascara, representa, provoca un estado de realidad para el observador y el intérprete. Sin embargo, todo puede perder su encanto con la más mínima distracción, y entonces viene una cascada de preguntas sobre nuestra existencia.
&
Miro al horizonte, tal vez busco una esperanza, un refugio, la Tierra Prometida, o quizás, sólo soy un soñador.
Avanzo como aquellas tribus, siguiendo al sol, buscando escapar del frío, del hambre, de la muerte. He caminado por más de veinte años. Durante mi efímera existencia, he realizado varios altos. Miro hacia atrás, algunas huellas ya no se notan, otras ya se han desvanecido, pocas aún se ven. Y esas, son las que me hacen reír, llorar, su nostalgia me deja un sabor de satisfacción. Entonces, vuelvo a mirar al frente y sigo andando.
Estoy haciendo un balance de mi vida, y me pregunto: ¿Qué he hecho hasta ahora? El ejercicio se llama examen de media noche (Baudelaire), y tiene diversas causas: cuando se presiente un cambio, un nuevo estado espiritual, otro significado… O cuando nos damos cuenta de que empezamos a repetirnos, está agotado el camino, agotada la manera, y entonces, debemos buscar o callarnos.
Probablemente, lo que me ha orillado a realizar este examen es la certidumbre de mi incertidumbre; para buscar lo tangible. Y comienzo a buscarme a partir de los otros (de mis contemporáneos), porque son los otros o ustedes con quienes se hace mi vida, mi existencia.

14 ago 2006

¿Oportunidades?

No es frecuente que lleguen personas al laboratorio, sin embargo, hace varios meses… Algunos estudiantes de Antropología se reunieron para hablar de proyectos varios con una investigadora. Yo estaba trabajando en mi anteproyecto, y no les di importancia a las personas, pero cuando se iban, se despidieron de los que estábamos trabajando. En el instante que subí la mirada para ver de quiénes me despedía, vi la sonrisa de una linda trigueña (suspiro).
Con forme pasaron los días la fui tratando más y entonces, no fue sólo un libro de buena portada, su contenido me agrado. Pero, oh! cobarde Ozhomatli, que no te atreves a escribirle algo más decente y te escondes tras este Bolg. Y pensar que lo único que hice fue decirle sutilmente “Me gustas”.

3 ago 2006

Sin musa.

Una disculpa a mis lectores, pero la inspiración sigue de golfa con Vaco (Baco), y por el momento hace bien, porque así deja a la mole de neuronas trabajar en el anteproyecto. Y bueno, ese chisme luego se los cuento con mayor lujo de detalles.
Prometo que a partir de la otra semana posteo algo con sentido o que de perdis sea entretenido.
Un saludo y que esten bien.
Y bueno, mientras los invito a visitar un Enigma

CaMarA de AmOr

CaMarA de AmOr

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