25 feb 2007

Ella y Él



“Vino con su ropaje azul: era un girón de cielo.
Fijó en mí sus ojos: eran dos espadas.
El encanto duerme bajo sus párpados.
Me veo en sus pupilas y me arde su flameo.
Y dos centinelas están en defensa de su corazón:
duros como el hierro y más suaves que el narciso”

Se conocían desde hace tiempo. Él ya la quería desde entonces, y ella correspondía a dicho amor, pero no habían querido pasar la línea, quizá porque estaban muy concientes de que no era el mejor momento; ambos habían pasado por malas experiencias de pareja, y lo que más les unía en ese instante, era la decepción y la falta de sueños. Era tanto su resentimiento, que lo expresaban hasta el punto de un día separarse.
Tiempo después, volvieron a reencontrarse, porque jamás cortaron la relación de tajo. Ambos conservaban sus correos.
Pasados un par de años, recuperaron su fe ante la vida y, sonrisas y sueños se convirtieron en su eslabón, al grado de confesarse atraídos el uno por el otro. Su trato se convirtió en una experiencia de confianza, cariño, y la magia del amor que se hizo presente con las miradas, los detalles, un beso tierno sobre las mejillas era el símbolo de “estoy aquí”. Y ambos coincidían en que el presente se basaba su alegría, y estaban concientes de que en cualquier momento todo podía dejar de ser, que el escenario podía dejar de ser blanco para volverse oscuro, pero creían que todo valdría la pena, porque no eran de los que se arrepintieran de lo sucedido, sino de lo que dejaran de hacer. Sin embargo, algo cambió repentinamente en sus vidas.
Una extraña sensación a él le recorrió por la medula espinal hasta explotar y desvanecerse en el corazón. Y el mal presentimiento se manifestó cuando una carta que recibió decía:

La distancia me ha permitido pensar en nosotros, en especial en lo que siento, no sé si te quiero como amigo o como pareja. Discúlpame por no decírtelo en persona; las circunstancias no me lo permiten y creo importante hacértelo saber, porque no es justo.
Espero que podamos hablar pronto.

Al terminar de leerla, se estremeció, y no podía creer que de forma indirecta lo mandaran a volar. Sus ojos se nublaron”Terminar siempre duele, pero me lastima su falta de sinceridad, por qué no mejor decir: No eres lo que quiero. Me gusta otro. No me siento a gusto. Etc. ¿Por qué no pudo ser directa? ¿Por qué me subestima?”El no podía contestar de la misma forma, por lo que decidió ir hasta donde ella para aclarar las cosas. Compró un boleto de autobús. Durante el camino se convenció de que su papel no era convencerla de que lo quisiera, de que siguiera a su lado, porque el deseaba estar con alguien que así lo quisiera por su propia voluntad, porque bien sabía que por más Hidrógeno que haya, mientras no exista un molécula de Oxígeno, no puede existir agua (H2O). Y mientras reflexionaba, el sueño lo venció, y no fue conciente de que el camión se volcó a un barranco. Al tiempo que esto ocurría, ella se sintió una tonta por haber enviado esa carta, porque al final sabía que en él encontraba lo que deseaba desde hace tiempo. Entonces, decidida marcó a su teléfono celular, pero nadie contestaba, y mientras lo intentaba e intentaba, en la radio se informaba de un accidente de un autobús con camino hacia donde ella se encontraba. De pronto una sensación la ahogo en un mal presentimiento, el cual se manifestó al escuchar que entre los muertos del accidente se encontraba él.

12 feb 2007

SuElToS

"Te quiero con la única intención de que me quieras,
porque entiendo que por el simple hecho de amar serás feliz,
así que es una grandiosa manera de ser felices los dos"
Mike A. Olayo Iturbide.
Sé que hace tiempo no escribo, pero que difícil se me ha hecho desmenuzar cada sentimiento, y es que el otro día, mientras contemplaba con la mirada hacia lo alto, me pregunté ¿En qué momento de la vida perdí la capacidad de asombro? ¿Se puede recuperar esa capacidad? En ese instante comencé a mirar, ahora no aplico contemplar, ya que mirar implica tomar conciencia de uno mismo; mí corazón latió con fuerza, como si se aproximará el momento de la gran batalla de mi vida, de pronto sentí contener el agua que se acumulaba en mis ojos, pero al recordar como una niña sin miedo “social” (es decir sin que le importe el rechazo o que se burlen de sus sentimientos) le decía a una señora “Te quiero tía” en el rostro de la dama se dibujo una sonrisa, y yo no me pude contener más, una sonrisa se me dibujó al tiempo que una lagrima se me escapaba; en ese instante comprendí el milagro de la vida al recordar sus ojos, sus labios, el como ella puede hacerme sentir vivo sólo al contacto de nuestras miradas, de nuestras bocas “Que maravilla es andar como Catarina por su espalda; escuchar su corazón tan fuerte como una cascada cuando me tiene entre sus brazos, percibir su aroma a frutas, ver como el sol va iluminando y calentando su cuerpo, el cuerpo de mis deseos, al que le profeso sentimientos. Todo el universo es un sistema que tiende a la armonía a pesar de estar siempre en entropía, y ella y yo somos parte de la vida, al igual que el que ahora lee estás ideas” Así concibo el milagro del amor, y no me refiero a un milagro religioso, sino al milagro que se representa y sostiene apuntalándolo con miga de tiempo. Ahora vuelvo a lanzarme sin miedo de romperme el ánima, porque como siempre lo he dicho, esto del amor es como un potencial de acción, hay que dar todo o nada, sin importar cuanto dure, porque al fin y al cabo nuestro paso es como las estrellas, somos fugaces, y dejamos un brillo que dura mientras los labios besen y los ojos vean, porque sólo así sabemos que existimos; por eso ya no me preocupa el futuro, porque lo único que puede sorprenderme es el presente, y de él aprendo constantemente, a ser un hombre libre, sin ataduras del destino.

CaMarA de AmOr

CaMarA de AmOr

cIrCuLo