“Vino con su ropaje azul: era un girón de cielo.
Fijó en mí sus ojos: eran dos espadas.
El encanto duerme bajo sus párpados.
Me veo en sus pupilas y me arde su flameo.
Y dos centinelas están en defensa de su corazón:
duros como el hierro y más suaves que el narciso”
Se conocían desde hace tiempo. Él ya la quería desde entonces, y ella correspondía a dicho amor, pero no habían querido pasar la línea, quizá porque estaban muy concientes de que no era el mejor momento; ambos habían pasado por malas experiencias de pareja, y lo que más les unía en ese instante, era la decepción y la falta de sueños. Era tanto su resentimiento, que lo expresaban hasta el punto de un día separarse.
Tiempo después, volvieron a reencontrarse, porque jamás cortaron la relación de tajo. Ambos conservaban sus correos.
Pasados un par de años, recuperaron su fe ante la vida y, sonrisas y sueños se convirtieron en su eslabón, al grado de confesarse atraídos el uno por el otro. Su trato se convirtió en una experiencia de confianza, cariño, y la magia del amor que se hizo presente con las miradas, los detalles, un beso tierno sobre las mejillas era el símbolo de “estoy aquí”. Y ambos coincidían en que el presente se basaba su alegría, y estaban concientes de que en cualquier momento todo podía dejar de ser, que el escenario podía dejar de ser blanco para volverse oscuro, pero creían que todo valdría la pena, porque no eran de los que se arrepintieran de lo sucedido, sino de lo que dejaran de hacer. Sin embargo, algo cambió repentinamente en sus vidas.
Una extraña sensación a él le recorrió por la medula espinal hasta explotar y desvanecerse en el corazón. Y el mal presentimiento se manifestó cuando una carta que recibió decía:
La distancia me ha permitido pensar en nosotros, en especial en lo que siento, no sé si te quiero como amigo o como pareja. Discúlpame por no decírtelo en persona; las circunstancias no me lo permiten y creo importante hacértelo saber, porque no es justo.
Espero que podamos hablar pronto.
Al terminar de leerla, se estremeció, y no podía creer que de forma indirecta lo mandaran a volar. Sus ojos se nublaron”Terminar siempre duele, pero me lastima su falta de sinceridad, por qué no mejor decir: No eres lo que quiero. Me gusta otro. No me siento a gusto. Etc. ¿Por qué no pudo ser directa? ¿Por qué me subestima?”El no podía contestar de la misma forma, por lo que decidió ir hasta donde ella para aclarar las cosas. Compró un boleto de autobús. Durante el camino se convenció de que su papel no era convencerla de que lo quisiera, de que siguiera a su lado, porque el deseaba estar con alguien que así lo quisiera por su propia voluntad, porque bien sabía que por más Hidrógeno que haya, mientras no exista un molécula de Oxígeno, no puede existir agua (H2O). Y mientras reflexionaba, el sueño lo venció, y no fue conciente de que el camión se volcó a un barranco. Al tiempo que esto ocurría, ella se sintió una tonta por haber enviado esa carta, porque al final sabía que en él encontraba lo que deseaba desde hace tiempo. Entonces, decidida marcó a su teléfono celular, pero nadie contestaba, y mientras lo intentaba e intentaba, en la radio se informaba de un accidente de un autobús con camino hacia donde ella se encontraba. De pronto una sensación la ahogo en un mal presentimiento, el cual se manifestó al escuchar que entre los muertos del accidente se encontraba él.