26 abr 2007

El MiTo TiBeTaNo De La CrEaCiÓn



Tengo mucho trabajo debido a que voy a la mitad del semestre, además de los experimentos. No obstante, intento darme el tiempo para leer algo más que cosas de Fisiología, Hormonas y Bioestadística, lo que me llevó a encontrar una grata lectura; habla de la creación. El cuento que leerán es un mito tibetano, que además de su rica lírica, invita a pensar.
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Un saludo a todos y espero después escribir algo de mi inspiración.
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En el principio era la Vacuidad, un inmenso vacío sin causa y sin fin. De este gran vacío se levantaron suaves remolinos de aire, que después de incontables eones se volvieron más densos y pesados, formando el poderoso cetro doble rayo, el Dorje Gyatram.
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El Dorje Gyatram creó las nubes, las cuales, a su vez, crearon la lluvia. Esta cayó durante muchos años, hasta formar el océano primigenio, el Gyatso3. Luego, todo quedó en calma, tranquilo y silencioso, y el océano quedó límpido como un espejo.
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Poco a poco, les vientos volvieron a soplar, agitando suavemente las aguas del océano, batiéndolas continuamente hasta que una ligera espuma apareció en su superficie. Así como se bate la nata para hacer mantequilla, del mismo modo las aguas del Gyatso fueron batidas por el movimiento rítmico de los vientos para transformarlas en tierra.
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La tierra emergió como una montaña, y alrededor de sus picos susurraba el viento, incansable, formando una nube tras otra. De éstas cayó más lluvia, sólo que esta vez más fuerte y cargada de sal, dando origen a los grandes océanos del universo.
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El centro del universo es el Rirap Lhunpo (Sumeru)4, la gran montaña de cuatro caras hecha de piedras preciosas y llena de cosas maravillosas. Existen ríos y arroyos en el Rirap Lhunpo, y muchas clases de árboles, frutos y plantas, pues el Rirap Lhunpo es especial, es la morada de los dioses y los semi dioses.
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En torno al Rirap Lhunpo hay un gran lago, y rodeando a éste, un círculo de montañas de oro. Más allá del círculo de montañas de oro hay otro lago, éste también rodeado por montañas de oro, y así sucesivamente hasta siete Lagos y siete círculos de montañas de oro5 y más allá del último círculo de montañas se encuentra el lago Chi Gyatso. En el Chi Gyatso es donde se encuentran los cuatro mundos, cada uno de éstos semejante a una isla, con su forma particular y sus habitantes distintos.
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El mundo del Este es el Lu Phak, que tiene forma de media luna. Las gentes del Lu Phak viven quinientos años y son pacíficas, no hay contiendas en el Lu Phak. Sus habitantes tienen cuerpos gigantescos y caras en forma de media luna. No obstante, no son tan afortunados como nosotros, pues no tienen ninguna religión para poder seguir.
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El mundo del Oeste se llama Balang Cho y su forma es como la del sol. Como en el Lu Phak, las gentes son de gran estatura y viven quinientos años, sólo que sus caras tienen forma de sol y se dedican a la cría de diversas clases de ganado.
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La tierra del Norte es de forma cuadrada y se llama Dra Mi Nyen. Las gentes de Dra Mi Nyen tienen caras cuadradas y viven mil años o más. En Dra Mi Nyen la comida y las riquezas son abundantes. Todo lo que un hombre necesita en sus mil años de vida lo obtiene sin esfuerzo ni padecimiento; viven con lujo, sin carecer de nada. Pero durante los siete últimos días de su vida, el dolor y el tormento anímicos acometen a los seres de Dra Mi Nyen, pues entonces es cuando reciben una señal de que están a punto de morir. Les visita una voz -una voz terrible- que les susurra cómo morirán y qué monstruosos sufrimientos habrán de soportar en los infiernos después de la muerte. En sus últimos siete días de vida, todas sus riquezas y posesiones decaen y ellos experimentan mayor sufrimiento que nosotros en toda una vida. Dra Mi Nyen se conoce como la «Tierra de la Voz Pavorosa».
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Nuestro propio mundo, en Ci Sur, se llama Dzambu Ling6. Al comienzo, nuestro mundo estuvo habitado por dioses de Rirap Lhunpo. No había dolor ni enfermedades, y los dioses nunca necesitaban comida. Vivían en el contento, pasando sus días en profunda meditación. No había necesidad de luz en Dzambu Ling, pues los dioses emitían una luz pura de sus propios cuerpos.
Un día, uno de los dioses reparó en que en la superficie de la tierra había una substancia cremosa y, probándola, comprobó que era deliciosa al paladar y animó a los demás dioses a probarla. Tanto les gustó a todos los dioses la cremosa substancia, que no querían comer otra cosa, y cuanto más comían, más se reducían sus poderes. Ya no fueron capaces de estar sentados en profunda meditación; la luz que antes había brotado con tal resplandor de sus cuerpos empezó a apagarse poco a poco y finalmente desapareció por completo. El mundo quedó sumido en tinieblas y 105 grandes dioses de Rirap Lhunpo se convirtieron en seres humanos.
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Entonces, en la oscuridad de la noche, apareció en los cielos el sol, y cuando el sol se apagó, la luna y las estrellas iluminaron el cielo y dieron luz al mundo. El sol, la luna y las estrellas aparecieron a causa de las buenas acciones pasadas de los dioses, y son para nosotros un recordatorio permanente de que nuestro mundo fue una vez un lugar hermoso y tranquilo, libre de codicias, sufrimientos y dolor.
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Cuando la gente de Dzambu Ling hubieron agotado la provisión de la cremosa substancia, empezaron a comer los frutos de la planta nyugu. Cada persona tenía su propia planta, que producía un fruto corno los de las mieses, y cada día, cuando el fruto había sido comido, aparecía otro; uno cada día, lo cual era suficiente para satisfacer el hambre de los seres de Dzambu Ling.
Una mañana, un hombre se despertó y descubrió que en vez de producir un solo fruto, su planta había dado dos. Cayendo en la avidez, se comió los dos frutos; pero, al día siguiente, su planta estaba vacía. Necesitando satisfacer su hambre, ese hombre robó la planta de otro hombre y así fueron haciendo todos, pues cada persona tuvo que robarle a otra para poder comer. Con el robo, llegó la codicia, y todos, temiendo quedarse sin comer, empezaron a cultivar más y más plantas nyugu, debiendo trabajar cada cual cada vez más para asegurarse de que tendría bastante que comer.
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Cosas extrañas empezaron a ocurrir en Dzambu Ling. Lo que había sido una tranquila morada de los dioses de Rirap Lhunpo, estaba ahora lleno de hombres que conocían el robo y la codicia. Un día, un hombre empezó a sentir malestar por sus genitales y se los cortó, convirtiéndose así en una mujer. Esta mujer tuvo contacto con hombres y pronto tuvo hijos, quienes a su vez tuvieron más hijos, y en poco tiempo Dzambu Ling se lleno de gente, toda la cual tenía que procurarse comida y un lugar donde vivir.
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Las gentes de Uzambu Ling no vivían juntas en paz. Había muchas peleas y robos, y los hombres de nuestro mundo empezaron a experimentar realmente auténtico sufrimiento, que nacía del estado insatisfactorio en que se encontraban. La gente se dio cuenta de que para sobrevivir tenían que organizarse. Todos se juntaron y decidieron elegir un jefe, a quien llamaron Mang Kur, que significa «mucha gente lo hizo rey». Mang Kur enseñó al pueblo a vivir en una relativa armonía, cada cual en una tierra propia en que construir una casa y cultivar alimentos.
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Así es como nuestro mundo llegó a ser, como, de dioses, nos convertimos en seres humanos sujetos a la enfermedad, la vejez y la muerte. Cuando contemplamos el cielo nocturno, o recibimos el cálido brillo del sol, deberíamos recordar que, de no ser por las buenas acciones de los dioses de la preciosa montaña de Rirap Lhumpo, viviríamos en una total obscuridad y que, de no ser por la codicia de una persona, nuestro mundo no conocería el sufrimiento que hoy experimenta. (*)
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(*) Fuente: Cuentos populares tibetanos, traducción Jordi Quingles, Barcelona, José Olañeta Editor.

11 abr 2007

SuEñOs


Te miro recostada con el porte de un cisne. No sé si es sueño o realidad cuando deslizo mi dedo medio en sagital por tu frente hasta la nariz, y sigo, delineo tu labio superior, el inferior, el color de tus sentimientos se expresa carmín; llenas con la dulzura de un ósculo mi dedo. Abarco tu mejilla con la palma de mi mano derecha, cierras los ojos y estremeciéndote inclinas tu cabeza hacia tu hombro, aprisionas mi mano por unos segundos, la libero y, recojo tu cabello, lo paso por detrás de tu oído, sonríes, nuestros corazones se agitan, nuestras manos sudan. Me haces preso en tus pupilas “El universo estalla en galaxias ¡cuánta luz hay en tu mirada!” Lentamente me aproximo a tu boca, entre la comisura de tus labios deposito un beso. Me abraso. Me encamino hacia tu cuello, respiro profundo sobre él, y embriagado de tu aroma me lanzo a llenarlo de caricias con mis labios. Te encoges de hombros para impedir que siga. Sueltas una discreta carcajada. Te abandonas en mis brazos. Respiras agitada. Me excita tu vaho sobre mi pecho; el pasar mi mano sobre tus senos firmes y esféricos. Te abrazas a mi cuerpo, me tienes entre tus piernas que cortan mis pudores. Tomamos posición de loto, nos mecemos lentamente como un capullo en un cuerpo de agua. Tus manos en mi espalda son la lluvia en las ventanas. Posas mi rostro entre tus pechos, es como aspirar en el más bello de los campos de flores, su aroma me excita más. Nos balanceamos, lentos, rápidos, esos cambios nos complacen. El silencio se rompe con gemidos. De pronto te detienes y me lanzas sobre el lecho, las perlas de sudor en tu cabello parecen estrellas en la oscuridad. Eres como una flor erguida que el viento agita. Te tomo fuertemente por detrás de las piernas. Paso con fuerza las yemas de mis dedos por tu cintura, hasta llegar a tu cadera, “Qué increíble es tenerte, no sé por cuanto tiempo, pero disfruto el instante” (suspiro). Llegamos al éxtasis. “El sabor de tu alma de manzana; el pecado está consumado. El cansancio te lleva a recostarte sobre mi regazo, beso tu frente, te contemplo. No quiero dejar de soñar porque en la realidad comprendo que el amor puede ser igual a la sexualidad, al revés ya no tanto.
Si laguien gusta, podrá escuchar una buena canción en el siguiente link

CaMarA de AmOr

CaMarA de AmOr

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