Edén

Cuando pongo

mi falo en tu cáliz,

la entrepierna del Cosmos

se abre.

Elías Nadino

(México, 1900-1993)

La luz se va desvaneciendo para dar paso a las criaturas de la noche. Mientras el paisaje va perdiendo su color, las copas frondosas de los árboles son las únicas que quedan pintadas de plata, y todo lo que ha quedado por debajo del dosel de hojas, son siluetas de maleza y animales. El trino de las aves se extinguió, y ahora son las ranas quienes desgastan sus gargantas con prolongadas serenatas que acompañan las cigarras. En las ramas se pueden observar pequeños destellos de luz. Entre los sonidos nocturnos, se cuela el canto lóbrego de un búho que hace salir a una bella mujer escondida en los guardianes del bosque. El miedo le hace correr como el viento hacia el único manantial. Y lo que ella no sabe, es que él, el hombre con cuerpo de David, se encuentra en aquella fosa desgastada y profunda. Llega agitada al pie de la cascada, y cuando ya esta más tranquila, Adán emana del agua, agua que le recorre hasta caer, y Eva, sorprendida, le mira el pene, Adán lo nota, aprovecha el momento y la toma con fuerza de la cintura; el pudor de esta mujer lo excita a probar el vino de sus labios; mientras ella lo acaricia, nota que el ave que tiene prisionera en su mano, palpita mientras se despierta, y entonces, ella se hinca para besarla, la lame dulcemente, la introduce a su boca, mientras él mira al cielo rogando que no pare. Eva levanta la mirada, en sus rostros hay una sonrisa; lo toma de las manos para llevarlo hacia ella mientras se recuesta. El aroma de ese par de flores que miran al cielo, es una invitación a posarse como mariposas para beber su miel; entonces Adán las lame, y un pequeño rayo de luz que se cuela entre las ramas, tiñe esos pezones de rosa y con la punta de lengua, él le delinea sus aureolas. Ella disfruta las caricias, lo abraza con sus piernas, para que él clave en ella su daga, y cuando esto ocurre, se escucha un grito de dolor; ahora son como el oleaje, y cuando la marea crece, Adán la llena de semen hasta las venas. Y ya cansados, permanecen entrelazados. Él la mira embelesado, mientras ella le susurra “El acto sexual es la réplica humana del proceso cósmico”.

La foto es de Amanda Rojas González