12 jun 2006

Inevitable

Ve el cuerpo de su tío por última vez. Cierran su féretro gris como la escena. Las personas que han asistido al lugar para dar el último adiós lloran, otras se abrazan, y mientras va descendiendo el cuerpo, Ángel cierra los ojos; le parece que fue ayer cuando él llegaba de la universidad y su madre lo esperaba con algo más que la comida. Se sentaron a la mesa, y antes de servir la sopa, la señora miró a su hijo a los ojos, y con una voz entre cortada le dijo: Tú tío tiene leucemia. Al escuchar estas palabras, Ángel sintió un dolor muy fuerte “¡a mi tío no!”; de inmediato se preguntó en como estarían sus primos, a quienes veía como hermanos. –Pero va ha estar bien ¿verdad?, de seguro se lo han detectado a tiempo, ¿no hay de qué preocuparse, o sí? Los ojos de su madre se fueron anegando poco a poco y con un llanto ahogado contestó: No, las cosas no están bien, a tu tío lo han dado como desahuciado, los doctores no se explican cómo pudo ocurrir. -Por qué lo dices, explícate. -Tu tío se comenzó a sentir mal desde hace seis meses, por lo que acudió al doctor y le mandaron a hacer estudios de todo. Y el doctor determinó que todo estaba bien. Sin embargo, hace un par de semanas el hombre se volvió a sentir mal, se fatigaba muy pronto y además, notó que casi por cualquier contacto se le formaba un hematoma. Y después de esta segunda evaluación el doctor le dijo… Ángel interrumpió a su madre con un abrazo, ella lo cobijó y en voz baja le comentó: …Sólo un milagro…
Los días transcurrieron con las instrucciones de tratar como si nada a su tío, pues el doctor le había comentado a la hermana de la mamá de Ángel que en estos casos lo mejor es tratar al enfermo sin lastima, pues lo único que quedaba era ofrecerle una calidad de vida, esperar por un milagro.
Ángel siempre había sido muy apegado a la familia de su tía. Las reiteradas convivencias de los domingos, algunas vacaciones, esos momentos habían formado en su mente a una familia adoptada (y no es porque Ángel no tuviera a la suya), lo que hizo que el muchacho viera a sus primos con tanta fraternidad, sentimiento que era mutuo, y además, sus tíos lo veían como a un hijo más.
Aún cuando nadie sabía cuanto tiempo quedaba por compartir, todos siguieron con sus vidas normales, festejando cumpleaños, aniversarios. La vida todavía les dejó festejar al tío. Ángel cree que a eso se referían con “calidad de vida”.
Una noche, mientras todos dormían, sonó el teléfono en casa de Ángel, quien despertó de con un sobre salto. Corrió a la recamara de sus padres. No hizo falta preguntar, los rostros lo decían todo. Él salió de su casa. Corrió unas cuadras ha casa de sus familiares, su prima ya estaba en la puerta esperando, pero no a él, sino a la ambulancia; entró directamente donde su tío, sin percatarse de su tía que lloraba en el teléfono; su primo, aferrado ante el cuerpo de su propio padre, lidiaba contra la muerte. Ángel volvió a salir de la casa al escuchar el sonido de una sirena, él tampoco quería que el momento llegara.
Ahora comienzan a cubrir el profundo hoyo en el que su tío ha sido sepultado, mientras Ángel analiza la última escena: La tarde, antes de que su tío abandonara su cuerpo, el hombre había ido al trabajo como cualquier otro día, sin importar su fatiga por las quimioterapias o el descenso de su sistema inmune, provocados por la enfermedad que combatía (el cáncer). En ese instante comprendió que “vivir”, enfrentando a la vida, es mejor que escondernos en nuestra propia lastima.
Ángel mira al cielo y sonríe, y con sus hermanos, coloca una rosa en la cripta.
Con cariño para:
Gerardo Torres Flores y Familia

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